Page 647 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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rarezas como agentes humanos adiestrados con el
aguijón.
Lanzó una doble andanada de limaduras de hierro y
destilado sanguimorfo ante la muralla defensiva, pero
los guardias fueron rápidos y los frascos se estrellaron
contra los escudos. La milicia danzaba para evitar
aquellos peligrosos proyectiles.
Los dos soldados tras la barrera giraron sus armas.
La caja de los aguijones (máquinas mecánicas de
metal, de intrincado y extraordinario diseño khepri)
estaba adosada a los cintos de los oficiales, y tenían el
tamaño de una pequeña bolsa. Junto a cada lateral
había un cable largo, un grueso alambre recubierto de
espirales metálicas y goma aislante, con un alcance de
casi siete metros. A unos sesenta centímetros del
extremo de cada uno de los cables había un mango de
madera pulimentada que los oficiales sostenían en las
manos, y que empleaban para girar los extremos de los
cordones a terrible velocidad. Algo resplandecía, casi
invisible. Isaac sabía que en la punta de cada zarcillo
había un peligroso colmillo de metal, un pesado racimo
de garfios y púas. Aquellas terminaciones variaban.
Algunas eran sólidas, y las mejores se expandían como
crueles flores tras el impacto. Todas estaban diseñadas
para volar con precisión, para perforar armadura y
carne, para aferrarse despiadadas y destrozar los
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