Page 936 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Un enorme chakri dentado se había clavado
profundamente en su espalda, justo encima de las
nalgas: sus plateados bordes sobresalían de la herida,
que derramaba sangre copiosamente.
Lemuel alzó la vista hacia el rostro de Isaac y lanzó
un grito lastimero. Sus piernas temblaban. Sacudía las
manos, levantando nubes de polvo de ladrillo a su
alrededor.
— ¡Oh Jabber Isaac ayúdame por favor! —gritó—.
Mis piernas... Oh Jabber, oh dioses... —tosió un enorme
esputo de sangre que resbaló horriblemente por su
barbilla.
Isaac estaba paralizado por el horror. Se quedó
mirando a Lemuel, cuyos ojos estaban preñados de
terror y agonía. Levantó la vista un breve instante y vio
que los cactos se precipitaban sobre el herido, aullando
triunfantes. Mientras observaba, uno de ellos reparó en
su presencia, levantó su arco hueco y apuntó
cuidadosamente a su cabeza.
Isaac se agachó, se encaramó con dificultades al
muro y pasó la mitad de su cuerpo al lado que daba al
pequeño patio. Desde abajo, el pozo de visita abierto
despedía fétidos vapores.
Lemuel lo miró, incrédulo.
— ¡Ayúdame! —chilló—. Jabber, joder, no, oh Jabber
no... ¡No te vayas! ¡Ayúdame!
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