Page 937 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
P. 937
Agitaba los brazos como un niño con una rabieta
mientras los hombres cacto caían sobre él; se rompió
las uñas y se arañó los dedos hasta dejárselos en carne
viva mientras trataba frenéticamente de trepar por el
desmoronado muro arrastrando sus inútiles piernas
detrás de sí. Isaac lo observaba, mortificado, consciente
de que no había absolutamente nada que él pudiese
hacer, de que no tenía tiempo de bajar a recogerlo, de
que los cactos casi estaban ya sobre él, de que sus
heridas acabarían por matarlo aún en el caso de que
lograse llevarlo hasta el otro lado del muro, y
consciente también de que, a pesar de todo ello, el
último pensamiento de Lemuel estaría dirigido a su
traición.
Desde el otro lado del mohoso hormigón del muro,
Isaac escuchó los gritos de Lemuel mientras los cactos
lo alcanzaban.
— ¡Él no tiene nada que ver en esto! —gritó en un
ataque de pena. Pengefinchess, el rostro impasible,
desapareció por la alcantarilla que discurría hacia
abajo—. ¡Él no tiene absolutamente nada que ver en
esto! —exclamó Isaac, desesperado porque los aullidos
de Lemuel cesasen. Derkhan siguió a la vodyanoi, el
rostro blanco y sangrando por el destrozado agujero de
su oído—. ¡Dejadlo en paz cabrones, mierdas,
estúpidos cactos hijos de puta! —chilló Isaac por
937

