Page 970 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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El monje, sin decir nada, había señalado las dobles
puertas situadas al final de la enorme habitación.
Y Derkhan las había cruzado y había penetrado en
un infierno en el que la muerte era prolongada, en el
que lo único que había para aliviar el dolor y la
degradación eran sábanas sin chinches. La joven monja
que caminaba por la sala con los ojos abiertos en una
perpetua y horrorizada conmoción se detenía
ocasionalmente y revisaba la hoja pegada al extremo de
cada cama para verificar que sí, el paciente estaba
agonizando, y que no, no estaba muerto todavía.
Derkhan bajó la mirada y abrió una de las hojas.
Encontró el diagnóstico y la prescripción.
«Podredumbre pulmonar», había leído. «2 dosis de
láudano/3 horas para el dolor. Y luego, con otra letra:
láudano no disponible».
En la siguiente cama, el fármaco no disponible era
agua‐sporr. En la siguiente, sudifilo calciach que, si
Derkhan leía correctamente la hoja, habría curado al
paciente de la desintegración intestinal que sufría a
causa de ocho tratamientos diferentes. Y así
continuaba, a lo largo de toda la sala, una interminable
e inútil lista de información sobre lo que habría
aliviado el sufrimiento de una manera u otra.
Derkhan empezó a hacer lo que había venido a hacer.
Examinó a los pacientes con ojo necrófago, como un
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