Page 97 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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pero nadie lo había superado. Puso los dedos sobre la

            G del índice lateral y hojeó las páginas, hasta dar con el

            exquisito boceto en acuarela de los hombres pájaro del


            Cymek que prologaba el ensayo acerca de los garuda.

                Cuando la luz desapareció de la estancia, encendió

            la lámpara de gas que descansaba sobre su escritorio.


            Fuera, en la noche fresca, al este, Teparadós batía sus

            alas mientras aferraba un saco de libros que colgaba


            bajo él. Podía ver el fulgor de la lámpara de Isaac, y

            justo más allá, fuera de la ventana, el marfil escupido

            de la lámpara de la calle. Una corriente constante de


            insectos nocturnos se arracimaba a su alrededor como

            elictrones. Algunos encontraban el camino por la grieta


            en el cristal y se inmolaban en la luz con una pequeña

            descarga. Sus restos carbonizados oscurecían el vidrio.

                La lámpara era un faro, un fanal en aquella ciudad


            implacable, que dirigía el vuelo del draco sobre el río,

            lejos de la noche predadora.




                En esta ciudad, los que se parecen a mino son como yo.

            Una  vez  cansado,  asustado  y  desesperado  por  conseguir

            ayuda) cometí el error de dudarlo.


                Buscando  un  lugar  en  el  que  esconderme,  buscando

            comida y calor por la noche, así como respiro de las miradas


            que me reciben allá donde pongo el pie en las calles, vi a un

            jovenzuelo corriendo por el angosto pasadizo entre dos casas




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