Page 604 - Kraken - China Mieville
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—¿Nuestra qué? —susurró—. ¿Una pregunta?
¿Tienes idea de quiénes somos? Ya puedes ir
convenciéndome para que no te ahogue. ¿Tienes
idea de quiénes somos?
Se hacía una idea, sí. Los credos extravagantes
afloraban una y otra vez en sus pesquisas. Había
rastreado la información con la insistencia
suficiente.
La Comunión del Santo Diluvio. Tal y como
aprendió gracias a un teólogo furtivo de la red, el
arco iris no era una promesa: era una maldición.
La caída no se produjo cuando la pareja
primigenia salió del jardín: todo eso fue como un
funesto sueño de juicios previo al éxtasis. Lo que
sucedió fue que Dios recompensó a sus fieles con
eventuales lluvias sagradas.
«Mala traducción», había leído. Si lo que le
habían dicho a Noé, Ziusundra, Utnapishtim, o el
mismo personaje con cualquier otro nombre, que
tenía que construir era un barco, ¿por qué la Torá
no lo decía? ¿Por qué su arca no era una oniyah, un
barco, sino un tebah…, una caja? Porque no fue
construida para surcar las olas que enviaba Dios,
sino para transitar por debajo de ellas. El primer
submarino de la historia, en madera de gofer,
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