Page 930 - Kraken - China Mieville
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Goss y Subby.
¡Santa Madre de Dios!
El hombre de la mirada lasciva y el niño del
rostro impenetrable. Emergieron de la oscuridad.
Trencas salpicadas de sangre y mugre,
pavoneándose entre las sombras. Cada pocas
exhalaciones, Goss liberaba humo.
Marge dejó escapar un gemido. Echó la mano
hacia las llaves de su coche, pero no estaban. Se
puso a lloriquear. No podía respirar. Subió
bruscamente el volumen del iPod, consiguiendo
llenarse las orejas con una estúpida interpretación
tarareada del No Scrubs de TLC tan fuerte que le
dolían los oídos. Uno de los auriculares se le cayó.
Bajó las manos al suelo en busca de las llaves.
—Rápido —susurró Wati desde su cursi
figurita—. Voy a buscar ayuda.
Y se fue; Marge sintió que se iba.
Pero aunque Wati había hablado con sigilo,
Marge oyó a Goss decir, mientras caminaba hasta
allí, rígido e inquieto, salido de la nada:
—¿En verdad lo harás, pues, mi buen amigo?
¿En verdad?
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