Page 17 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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de diamantes, escrupulosamente arreglado el cabello
en sirtes ebúrneas, a un tiempo joven y anciana.
Eso está mejor, dice. En tu cabeza no hay suficiente
espacio. Se toma su tiempo para estirar los brazos. Y
ahora, saquémosle de aquí antes de que los hijos de mi
hermano se enteren. Tengo cosas que hacer.
Mieli nota cómo crece en su interior una fuerza
prestada y se eleva por los aires de un salto.
Ascienden, cada vez más, azotados por el aire
vertiginoso que los rodea, y por unos instantes se
siente como si hubiera recuperado las alas que tenía
cuando vivía con la abuela Brihane. La prisión no
tarda en reducirse a una cuadrícula de diminutas
casillas a sus pies. Los escaques cambian de color,
como píxeles, formando infinitamente complejas
pautas de cooperación y deserción, como imágenes…
Justo antes de que Mieli y el ladrón atraviesen el cielo,
la prisión se convierte en el rostro sonriente de la
pellegrini.
Morir es como cruzar un desierto, pensando en robar. El
muchacho, tendido en la arena caliente con el sol cayendo a
plomo sobre su espalda, observa al robot al filo de los campos
de paneles solares. El robot parece un cangrejo con colores
de camuflaje, un juguete de plástico: pero hay cosas de valor
en su interior, e Ijja el Tuerto pagará bien por ellas. Y tal
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