Page 27 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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Niña mala, dice. Mira que no utilizar mis dones como es
debido. Déjame ver. Se sienta junto a Mieli con
elegancia, como si la gravedad fuera la misma que la
de la Tierra, cruzando las piernas. A continuación le
toca la mejilla, y sus intensos ojos castaños buscan los
de Mieli. Sus dedos desprenden calidez, salvo por la
línea helada de uno de sus anillos, exactamente donde
se encuentra la cicatriz de Mieli, que aspira su
perfume. Algo rota, unos engranajes de relojería giran
hasta encajar en su sitio con un chasquido. Y de
repente su mente vuelve a fluir tan suave como la
seda.
Eso es, ¿no te sientes mejor? Algún día comprenderás
que nuestra estrategia funciona. Dejarás de
preocuparte por quién es cada cual, y te darás cuenta
de que todas son tú.
La desaparición de la disonancia es como un chorro
de agua fría sobre una quemadura. El inesperado
alivio es tan brusco que Mieli está a punto de romper
a llorar. Pero eso sería impropio delante de ella. De
modo que se limita a abrir los ojos y aguarda,
dispuesta a obedecer.
¿Nada de gracias?, pregunta la pellegrini. De acuerdo.
Abre su bolso, saca un pequeño cilindro blanco y se
lo pone en la boca: uno de los extremos se enciende,
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