Page 49 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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campo de spimes de Perhonen. Se cree que sigue
construyendo una prisión. Muy, muy despacio.
—Ya veo. —Contempla la botella con el ceño
fruncido, como si estuviera intentando dilucidar
cómo se abre. Me irrita el desinterés que demuestra
ante mi plan maestro.
—¿Seguro? Funciona así. Fíjate.
Toco una cuchara, la sujeto con delicadeza y hago un
movimiento como si cerrara la mano a su alrededor,
cuando en realidad ya está cayendo hacia mi regazo.
Después levanto las manos y las abro.
—Desapareció. —Pestañea, asombrada. Cierro el
puño izquierdo de nuevo—. O puede que se haya
transformado. —Lo abro, y allí está la cadenita de su
tobillo, retorciéndose. La sostengo ante ella, una
ofrenda. Sus ojos centellean, pero estira el brazo,
despacio, y la recoge de mi mano.
—No vuelvas a tocar eso —dice—. Jamás.
—Te lo prometo —respondo con franqueza—.
Profesionales a partir de ahora. ¿Trato hecho?
—De acuerdo —dice, con voz crispada.
Respiro hondo.
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