Page 45 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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psique humana no es ni tan siquiera una hoja suelta


           en una biblioteca babélica. Una parte de mí, sonriente,


           piensa de inmediato en escapar, en aprovechar esta


           máquina  prodigiosa para  proyectar  una  parte  de sí


           misma al espacio y abandonar a mis libertadoras en


           manos  de  mis  carceleros.  Otra  parte  de  mí  me


           sorprende oponiéndose a la idea.



           Recorro la nave moribunda en busca del nanomisil,


           reemplazada mi torpeza simiesca por la capacidad de


           deslizarme con fluidez por el aire a voluntad, como


           una nave espacial en miniatura. Allí, me avisan mis


           sentidos aumentados: enterrándose en un módulo de


           fabricación  en  la  otra  punta  del  cilindro,  un  punto


           desde el que se expande la materia de la prisión.



           Con un pensamiento, extiendo una mano y creo una


           copia local del campo de spimes de Perhonen. Ordeno


           a la piel de zafiro de la nave que se abra. Se transforma


           en un gel blando y viscoso. Introduzco la mano tan


           hondo como me es posible, tanteo en pos del misil y


           lo extraigo de un tirón. Es diminuto, no mucho mayor


           que una célula, pero su forma recuerda a un diente


           negro  de  raíces  afiladas.  Mi  cuerpo  lo  aferra  con


           tentáculos  de  puntos‐q.  Lo  sostengo  en  alto:  qué


           cosita más insignificante, pero con al menos la mente


           de  un  arconte  en  su  interior,  buscando  cosas  que


           convertir en prisiones.









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