Page 52 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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Bebe conmigo, en silencio. A nuestro alrededor, las


           velas           de         Perhonen               forman               resplandecientes


           cuchilladas  en  el  espacio  mientras  recorremos  la


           Estrada.









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           El detective y el vestido de chocolate



           A  Isidore  le  sorprende  que  la  fábrica  de  chocolate


           huela  a  cuero.  El  estruendo  de  las  máquinas  de


           conchado  inunda  el  lugar,  resonando  en  las  altas


           paredes de ladrillo rojo. Las mangueras de color beis


           borbotean. Los rodillos giran hacia delante y atrás en


           los  tanques  de  acero  inoxidable,  emulsionando  los


           aromas de la masa de chocolate del interior con cada


           latido, acompasado y viscoso.



           Un hombre yace sin vida en el suelo, en medio de un


           charco de chocolate. El rayo de pálida y matinal luz


           marciana  que  penetra  por  una  ventana  elevada  lo


           convierte en una martirizada escultura de chocolate:


           una pietà nervuda de sienes cóncavas y bigotillo ralo.


           Tiene los ojos abiertos, revelando la esclerótica, pero


           el resto de su cuerpo está recubierto de un pegajoso


           manto negro y marrón formado por los vertidos del


           tanque al que se aferra con dedos crispados, como si


           se propusiera ahogarse en él. El uniforme y el delantal







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