Page 763 - Herederos del tiempo - Adrian Tchaikovsky
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La araña estaba aferrada a ella, y Karst vio cómo
alineaba con cuidado sus mandíbulas, o un
mecanismo conectado a ellas, y se lanzaba hacia
delante, alanceándola entre las placas de su traje
con una fuerza súbita e irresistible.
El traje se sellaría en torno al pinchazo, por
supuesto, pero eso no serviría de nada contra lo
que fuera que había inyectado a la mujer. Karst
intentó solicitar información médica del traje de
ella, pero no podía recordar cómo hacerlo. La
mujer se había dejado de mover, y se limitaba a
oscilar fláccida contra el punto de anclaje de sus
botas magnéticas. Fuera lo que fuera, actuaba
rápidamente.
Finalmente, Karst consiguió apagar todas las
voces en su cabeza, dejando solo la suya. Hubo
un momento de bendita calma en el que pareció
posible, de alguna manera, recobrar el control de
la situación. Tenía que haber una palabra mágica,
una orden de eficacia infinita que un líder
auténticamente dotado pudiera dar, una que
recuperaría el sentido adecuado de la evolución
y que permitiría a la humanidad triunfar sobre
aquellas aberraciones.
Algo aterrizó sobre su espalda.
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