Page 179 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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por amor, y él amaba tanto a Dios y era por eso tan


           feliz. Y quería que todos fueran tan felices como él.



           Antes de dormirse vio aún el retorno de los fuegos


           azules,  como  un  vuelo  de  ángeles  ardientes  que

           venían a velar su sueño cantándole en silencio.



           Cuando  el  padre  Peregrine  se  despertó,  en  las


           primeras horas de la mañana, los sueños redondos


           y azules estaban todavía en el cielo.



           El padre Stone dormía profunda y serenamente. El

           padre  Peregrine  observaba  a  los  marcianos,  que


           flotaban y lo observaban. Eran seres humanos, lo


           sabía muy bien. Pero tenía que probarlo, o si no iba


           a enfrentarse con un obispo de lengua seca y ojos

           secos que le diría, bondadosamente, que se hiciera


           a un lado.



           ¿Pero cómo probar la humanidad de unos seres que


           se ocultaban en las altas bóvedas del cielo? ¿Cómo


           atraerlos,  y  obtener  de  ellos  las  respuestas

           necesarias?



           —Nos salvaron de esas rocas.



           El  padre  Peregrine  se  levantó,  camino  entre  las


           piedras y comenzó a subir por la colina más cercana

           hasta una saliente que caía a pico sobre un abismo


           de  cincuenta  metros.  Respiraba  fatigosamente.


           Había ascendido con rapidez, y el aire era helado.


           Se detuvo, reteniendo el aliento.











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