Page 182 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¿No me cree? ¿Tiene un arma? Sí, démela.
—¿Qué va a hacer?
El padre Stone le alcanzó el arma de fuego que
habían traído para protegerse de las serpientes, y
otros similares e imprevisibles animales.
El padre Peregrine esgrimió el arma.
—¡Lo probaré!
Apuntó a su propia mano y disparó.
—¡Deténgase!
Se vio una luz temblorosa y ante los propios ojos de
los padres la bala se detuvo a unos centímetros de
la palma de la mano. Se quedó allí, un momento,
rodeada por una fosforescencia azul. Luego cayó,
hundiéndose en el polvo con un débil silbido.
El padre Peregrine disparó el arma tres veces:
contra una mano, una pierna, el cuerpo. Las tres
balas flotaron, brillantes, y luego, como insectos
muertos, cayeron a sus pies.
—¿Ha visto? —dijo el padre Peregrine, soltando el
arma, que cayó junto a las balas—. Saben.
Comprenden. No son animales. Piensan, juzgan y
viven en un clima moral. ¿Qué animal me hubiese
salvado de mí mismo como éste? No, ningún
animal. Sólo un hombre, padre. ¿Cree usted ahora?
El padre Stone miraba el cielo y las luces azules.
Luego, en silencio, se dejó caer sobre una rodilla y
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