Page 54 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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con tanta firmeza, volvió a la cama.
Por la mañana, la caravana del Gran Kan llegó para
recoger el diezmo. El emisario del Gran Kan era un hombre
ascético con bigote y el pelo encanecido en las sienes. La
bruja dijo que él y el Gran Kan habían crecido juntos,
cabalgando sobre ponis en las estepas.
Hoelun Katún lo dispuso todo para que el emisario
pudiera observar la matanza de los taludes, de cuyas
entrañas se recogería el tributo, como regalo. No había duda
de que Nilufer también acudiría.
Marcharon sobre el anciano elefante de la katún; una
extravagancia en aquella árida parte de las montañas, pero
una que una provincia rica podía permitirse por el estatus
que otorgaba.
Un palanquín de seda y mármol proporcionaba sombra
y Nilufer pensó amargamente que el emisario era ciego a
cualquier clase de ironía, pero su rostro se mantuvo
inexpresivo bajo la capa de pintura blanca mientras el
abanico de plumas se movía en su mano. Los colmillos del
elefante estaban recubiertos de rubíes y de platino, un metal
poco común tan impermeable al fuego que incluso un horno
de fundición no derretiría el mineral. Solo los taludes podían
refinarlo, aunque una vez que lo excretaban era maleable y

