Page 56 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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         vulnerables.  Con  la  ayuda  del  oficial,  el  cantero  colocaba

         una  puntiaguda  barra  de  uña  de  un  metro  ochenta  de


         longitud, que los fornidos aprendices, con golpes rápidos de

         sus  almádenas,  insertaban  en  el  corazón  —si  es  que  una

         palabra así puede ser apropiada para un constructo hecho

         de piedra— del talud, de forma que la bestia moría casi al


         instante.



                Era  un  procedimiento  peligroso,  más  en  el  caso  del

         oficial —casi atrapado entre la roca y los martillos, por así

         decirlo—  que  en  el  del  maestro  o  los  aprendices.  Los


         canteros  solían  esforzarse  por  dar  una  muerte  rápida  y

         limpia, tanto por su propia seguridad como por clemencia

         hacia la bestia. (Los bandidos eran menos humanos en sus

         métodos, como sabía Nilufer, pero ellos también conseguían


         el mismo objetivo). La princesa lamió los cristales de hielo y

         el  azúcar  de  remolacha  a  través  de  su  pajita  de  junco  y

         contempló la muerte del talud.



                Durante el camino de vuelta el emisario hizo su oferta.



                Nilufer buscó a Hoelun Katún en su salón, después de

         que el emisario hubiera sido agasajado durante la cena, una


         vez que el sol ya se había puesto.



                —Madre —dijo, extendiendo los brazos de forma que

         las  mangas  largas  y  abiertas  de  su  manto  volaron  como
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