Page 61 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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brillo danzante la guiaba; lo persiguió y bajó tras él, sobre
los arrozales donde unos niños insomnes vigilaban las
tiernas plántulas, armados con palos y piedras para que los
ciervos salvajes no pastaran de ellas; en el pueblo los bueyes
dormían de pie y los hombres con las cabezas reposadas
sobre los regazos de las hilanderas; en las minas estaban los
pastores de taludes casi todos en duermevela, pues los
taludes trabajaban por la noche, machacando
repetitivamente sus siniestras canciones.
Fue hacia las montañas que la guio y cuando lo siguió
en la bajada Nilufer descubrió que había perdido las alas. De
haberlo esperado podría haber aterrizado ligeramente,
puesto que la caída era de muy pocos metros. Sin embargo
tropezó y se magulló las plantas de los pies en las piedras.
Quedó desnuda bajo la luz de la luna, fría, con sangre en
los dedos de sus pies, en medio de una pendiente rocosa.
Una suave vibración rechinante reveló que el objeto
musgoso que se alzaba junto a ella en la oscuridad era un
talud. Ella extendió una mano, tanto para estabilizarse como
para evitar que la bestia rodara sobre ella en la oscuridad, y
así fue como sintió el dulce y maravilloso repique que surgió
del talud cuando este empezó a cantar. Aún faltaba un poco
para la época de apareamiento, pero quizá la fresca
primavera le hacía temer al talud la llegada de un invierno

