Page 317 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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—¡Déjame tranquila, Nell! —y echó a Nell por la


               puerta, diciendo que fuese a la sala de juegos por


               un par de horas.





                  Nell se perdió en los pasillos y empezó a llorar;


               pero  el  libro  le  contó  la  historia  de  cómo  la


               Princesa  Nell  se  había  perdido  en  los  in‐


               terminables corredores del Castillo Tenebroso, y


               cómo descubrió el camino usando su inteligencia,


               y  eso  hizo  que  Nell  se  sintiese  segura;  como  si


               nunca  pudiese  perderse  cuando  llevaba  el  libro


               con  ella.  Finalmente  Nell  encontró  la  sala  de


               juegos. Estaba en el primer piso del edificio. Como


               era  normal,  allí  había  muchos  chicos  y  ningún


               padre. Había un lugar especial a un lado de la sala


               de  juegos  donde  los  bebés  podían  sentarse  en


               cochecitos y arrastrarse por el suelo. Allí había al‐


               gunas madres, pero le dijeron que era demasiado


               mayor  para  jugar  en  aquella  habitación.  Nell


               volvió a la gran sala de juegos, que estaba llena de


               chicos mucho mayores que Nell.





                  Conocía  a  aquellos  chicos;  ellos  sabían  cómo


               empujar, golpear y arañar. Ella fue a una esquina


               de la habitación y se sentó con el libro mágico en


               el regazo, esperando que uno de los chicos se fuese


               del  columpio.  Cuando  uno  lo  hizo,  ella  dejó  el


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