Page 323 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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animábamos a Ankylosaurio para descansar,
tomarse su tiempo y comer todo lo que quisiese.
—¡No, en serio! ¡No nos importa esperar por ti!
—Siempre fijaba sus pequeños ojos laterales en
nosotros, y nos miraba siniestro mientras pastaba.
—¿Cómo fue la cena, Anky? —le decíamos.
Él murmuraba algo como:
—Con sabor a iridio, como siempre. —Y luego
pasaba otro par de días sin intercambiar una
palabra.
Un día llegamos al borde del mar. El agua
salada golpeaba una playa sin vida moteada por
los huesos de criaturas marinas extinguidas,
desde pequeños trilobites hasta plesiosaurios. A
nuestra espalda estaba el desierto que
acabábamos de atravesar. Al sur había una
cordillera de montañas que hubiese sido
imposible atravesar aunque la mitad de las
cumbres no fuesen volcanes en erupción. Al norte
podíamos ver la nieve cubriendo la cima de las
colinas, y todos sabíamos lo que eso significaba: si
íbamos en esa dirección, pronto nos
congelaríamos hasta morir.
Así que estábamos atrapados allí, los cuatro, y
aunque no teníamos mediatrones ni
cineaerostatos en aquella época, sabíamos bien lo
que sucedía: éramos los últimos cuatro
dinosaurios sobre la Tierra. Pronto seríamos tres,
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