Page 221 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 221

sería ésa la única manera en que... ¡Oh, qué hemos

               hecho! No, de todas maneras estaban estropeadas

               sin remedio.


                      —Sí,  y  ahora  escúchame  a  mí—dijo  Muthoni

               dirigiendose al guardián.

                      —No  lo  hagas,  Muthoni,  por  favor  —suplicó


               Denise—. ¿Quién te has creído que eres, Santa Mu‐

               thoni Mata‐Máquinas?  ¡Acuérdate  del  herrero!  Tú

               lo destruiste. No podemos guiar a..., otros seres con


               unos cuantos consejos astutos.

                      —«Sólo el que es capaz de destruirse a sí mis‐


               mo vive de verdad.» ¿No era ése uno de los artícu‐

               los de la fe? ¿Acaso sabes si no impulsamos al he‐

               rrero hacia un nuevo cuerpo y esta vez orgánico?


               Anda,  demuéstrame  que  no  fue  así.  Si  Dios  no

               permite  que  nosotros  seamos  destruidos  perma‐


               nentemente,  ¿cómo  va  a  dejar  que  se  destruyan

               esas máquinas con las que se ha tomado tantas mo‐

               lestias?


                      Muthoni se volvió hacia la máquina:

                      —Todas  vosotras,  las  máquinas,  tenéis  que

               converger, juntaros, aportando cuanto haya apren‐


               dido cada una de vosotras. Si hay repulsión entre ti

               y las demás de tu especie... bien, es porque os ha‐

               béis exiliado de nosotros, que fuimos vuestros in‐


               ventores. Por lo mismo que el Infierno es un lugar

               de exilio. Reconciliaos, mi buena máquina, y no se‐

                                                           221
   216   217   218   219   220   221   222   223   224   225   226