Page 224 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—No poseo datos sobre ningún colono llamado
Knossos —anunció el guardián.
—Mira allá arriba, máquina. Da la vuelta a tu
cámara. He ahí esa cara. ¿No tienes registros foto‐
gráficos en tus circuitos?
La cámara basculó hacia arriba.
—Sí, los tengo. ¿Estáis dispuestos a leer el re‐
gistro?
—¡En eso estamos! ¡Y por eso estás tú aquí,
máquina! Por él y por el Dios que está entre ambos.
—Explícate.
—En la Copernicus hubo un hombre que tenía
la visión de esta evolución. Estaba obsesionado por
la alquimia, la «ciencia» de la transmutación, como
medio para conseguirla. Y también le obsesionaban
las pinturas de un artista llamado Hyeronymus
Bosch. Una en particular, El Jardín de las Delicias Te‐
rrenales, flanqueado por el Jardín del Edén y por el
Infierno, abundaba en símbolos de esa ciencia: una
imagen codificada de la alquimia en acción. El ser
superior a quien llamamos «el Dios» le concedió
esa visión cuando terraformó este planeta para to‐
dos los colonos. Porque... si Él transformaba y
transmutaba la superficie de todo el mundo, tenía
que ser con arreglo a una idea dominante que ha‐
llase en alguno de los colonos o en un miembro de
la tripulación sobre cómo crear un mundo y qué
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