Page 218 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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del ala, al son de la gran gaita rosa que coronaba el

               extraño  tocado,  una  criatura  semejante  a  un  pin‐

               güino  y  una  picara  desnuda,  bailaban.  La  fuente


               del sonido quejumbroso era aquella gaita; la boqui‐

               lla  colgaba  suelta,  bastante  lejos  y  por  encima  de

               los labios de piedra, pero se hubiera dicho que ha‐


               bía una complicidad entre aquellos labios y aquella

               gaita;  por  una  dislocación  acústica  inexplicable,

               eran los labios de piedra los que parecían llorar.


                      De  súbito,  Sean  reconoció  los  rasgos  fosiliza‐

               dos. Era la cara de Knossos.


                      Eternamente  inmóvil.  O  llorando,  de  una  ma‐

               nera ilusoria. De la cáscara rota brotaba un rumor

               de  charlas  y  discusiones  violentas.  Al  acercarse


               más  pudieron  distinguir  allí  dentro  una  taberna,

               con sus mesas, sus bancos y sus toneles, sus vasos


               y sus jarras. Juerguistas.

                      La sed de Sean se hizo extrema. Apenas podía

               hablar de tan secos que tenía los labios y la gargan‐


               ta. Y aquella sed sólo podía calmarse en aquella ta‐

               berna.

                      Con un gesto señaló la escalerilla y emitió un


               graznido.  El guardián mecánico volvió hacia él la

               cámara que le servía de ojos.

                      —Queremos subir —logró articular Sean.


                      —Hacedlo  —dijo  la  máquina,  al  tiempo  qua

               armaba su ballesta.

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