Page 230 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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simultáneas a grito pelado: un galimatías de seduc‐

               ción, proposiciones, obscenidades y bromas grose‐

               ras celebradas a coro con grandes risotadas. Mien‐


               tras tanto, los aromas espesos a vino derramado y

               de un asado que daba vueltas en el espetón inun‐

               daban  su  olfato  (¿a  saber  de  qué  clase  de  carne?


               Demasiado  largo  el  asado  para  ser  de  cerdo)...  Y

               luego, estaban las caras y las muecas de los parro‐

               quianos beodos: el macilento, el sanguíneo, el cia‐


               nótico y el exuberante. Hablando en términos rela‐

               tivos,  aquél  podía  ser  el  lugar  más  agradable  del


               Infierno:  un  puerto  de  refugio,  dentro  del  cuerpo

               petrificado de Knossos, un punto ciego en la retina

               de Dios o del Diablo. Tanta minucia de detalles casi


               le empachaba, le hada sentirte disminuido...

                      Las  manos  se  tendieron  pera  arrastrar  a  los


               cuatro recién llegados. Una pelandusca acudió a la

               espita de un barril y, después de descargar sobre la

               mesa una jarra de vino, se dejó caer ella misma so‐


               bre las rodillas de Sean. Un tipo sonriente, de cabe‐

               llo  color  ceniza,  rodeó  con  el  brazo  la  cintura  de

               Denise. Un negro de gran estatura, pero que tenía


               rasgos orientales, saludó a Muthoni con una incli‐

               nación  de  su  no  muy  firme  cabeza.  Jerónimo  se

               deslizó muy satisfecho hacia un banco y se apoderó


               de una botella, habiendo olvidado, por lo visto, sus




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