Page 235 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Esta vez los dedos del hombre habían atrapado

               una jarra. Cuando se disponía a empinar el codo,

               Sean le sujetó por la muñeca sin mucha fuerza.


                      —¿Adónde ha ido? ¿Por qué se acabó la juerga

               para ella? —graznó.

                      —Pues porque ya tuvo su parte de beber, joder


               y engullir. ¡Lo mismo haréis vosotros, no lo dudéis!

               Hay  que  estar  en  sazón  para  encontrarse  con  el

               Diablo.  ¿Tendrías  la  amabilidad  de  soltar  mi  mu‐


               ñeca? Te lo pido por favor. Aquí todos somos ami‐

               gos, y yo te digo, ¿dónde, si no es aquí, vas a en‐


               contrar amigos en el Infierno?

                      La presa de Sean carecía de vigor. La aflojó y el

               negro‐oriental  se  bebió  de  golpe  media  jarra  de


               vino, tras lo cual se animó al instante.

                      —Todos  hemos  logrado  pasar  hasta  aquí,  eso


               es. Por eso somos amigos. Es la antesala.

                      Haciendo  un  esfuerzo  por  ponerse  en  pie,  se

               dispuso a cortar una tajada de carne para el desa‐


               yuno.

                      Luego, mientras masticaba, siguió hablando:

                      —Lo que pasa en que ese Diablo tiene un pe‐


               dazo de intelecto. Es un cerebro, ¿sabes? Sabe cómo

               hacerte mil nudos, mientras analiza esto y lo otro.

               Es el gran inspector de seseras. Lo mejor es colarse


               por su gaznate mientras él intenta preguntar algu‐

               na cosa. Se muere por enterarse de qué va el asun‐

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