Page 234 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—¿Qué haces? —jadeó, de manera que difícil‐

               mente le habría entendido ella, pese al silencio que

               reinaba en el local.


                      Sonrió como si lo lamentase y desapareció por

               el agujero del techo, chimenea arriba. ¿Adonde se

               saldría por allí?


                      —La  juerga  se  acabó  para  ésa  —murmuró  el

               negro‐oriental  que  había  servido  de  pareja  a  Mu‐

               thoni  la  «noche»  anterior,  y  que  ahora  ostentaba


               unas profundas ojeras—. Esta es la Última Parada.

               Naturalmente, puedes quedarte en la Última Para‐


               da para siempre.

                      El hombre hizo un gesto vago de querer apo‐

               yarse en el tablero de una mesa, pero no logró sino


               golpearse los nudillos.

                      —Tengo  una  sed  que  no  se  puede  aguantar.


               Ahí hay una buena pieza, pásame un poco, la Rui‐

               na del Diablo le llamamos.

                      Sean  gimió  con  sólo  pensar  en  la  bebida;  tal


               como le había advertido Jerónimo, tenía una resaca

               verdaderamente infernal..., pero seguramente Jeró‐

               nimo también la tendría cuando despertara.


                      —Ese brebaje te pone a tono en un segundo. Te

               lanza a la rueda de la alegría, arriba y hasta que te

               pierdes. Bueno, arriba sí, aunque no te pierdas.








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