Page 25 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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recién  vueltas  en  sí  de  un  desmayo,  pero  protegí

               das por la recia corteza del fruto. El unicornio bai‐

               loteó hacia ellas, cortó el aire, hizo amagos con su


               largo cuerno blanco. Los pechos de la negra asoma‐

               ron, bamboleantes, cuando ella le arrojó a la fiera

               una  frambuesa  tan  grande  como  sus  dos  puños


               juntos. El fruto se clavó en la punta del cuerno y el

               unicornio  se  echó  hacia  atrás,  mientras  sacudía  la

               blanca crin, y luego se puso a hacer corvetas alre‐


               dedor  de  la  granada;  entrechocaba  los  cascos  de‐

               lanteros como si aplaudiese. Y luego, tras fustigar


               el aire con su larga cola, se alejó por entre los mato‐

               rrales, en precario equilibrio sobre las patas poste‐

               riores, como un gran fantasma blanco.


                      —¿No te recuerda algo?

                      —¿Recordar? —se indignó Tania—. ¡Cómo va a


               recordarnos nada un planeta desconocido que está

               a  cuarenta  y  cinco  años‐luz  de  la  Tierra!  Me  doy

               cuenta de que han multiplicado animales y plantas


               terrestres  en  notable  abundancia,  y  con  extrema

               rapidez,  aunque  mutados  y  desfigurados...  ¿O  te

               referías al estilo de esa torre que han construido?


                      —No. Muthoni casi lo acertó la primera vez. Es

               un  jardín.  Es  el  hortus  deliciarum,  el  Jardín  de  las

               Delicias Terrestres.


                      Muthoni no le entendió.




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