Page 258 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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co como la tiza, andaba por allí con un gran mono

               sobre los hombros a manera de cornaca. El elefante

               se  abanicaba  con  las  orejas  y  lanzaba  de  vez  en


               cuando un barrito triunfal.

                      De pronto, Jerónimo le mostró a Muthoni una

               granada  que  había  escondido  a  su  espalda.  Ella


               rompió la corteza dorada y rojiza y chupó la pulpa

               dulce, para luego escupir sus semillas en el lago.

                      —¡Gracias a Dios, un poco de fruta, y no más


               canibalismo,  no  más  gallos  chamuscados,  no  más

               pescado crudo!


                      —Gracias a Dios, en efecto —asintió Jerónimo,

               y sacó la naranja que se guardaba para él.

                      Ambos se pusieron a desayunar.




                      Sean  despertó.  ¿Dónde  estaba?  No  tenía  ni  la

               menor idea. Una vez, hacía muchos años, había co‐


               gido  una  tremenda  borrachera  y  a  la  mañana  si‐

               guiente despertó, también, sin tener la menor idea

               de  dónde  se  encontraba,  ni  de  la  ciudad,  ni  del


               país. Sí, fue en una cervecería al aire libre de la vie‐

               ja Salzburgo, a orillas del espumoso Salzach, donde


               había bebido demasiado, engañándose a sí mismo

               con la ilusión de que, mientras el valle entre aque‐

               llas dos colinas lejanas y la cima de otra más pró‐


               xima mantuvieran su simetría perfecta, aquel pai‐

               saje  le  garantizaba  en  cierto  modo  la  sobriedad.


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