Page 256 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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de  nacimiento.  Ella  forzó  la  vista;  la  orilla  lejana

               parecía  agitada  por  un...,  hervor  de  criaturas  na‐

               cientes.  Se  tocó  el  vientre.  ¿Podría  ella  tener  tam‐


               bién un hijo? O quizá no: ella era Su criatura.

                      La liebre se acercó de un salto, y arrugó la na‐

               riz, mientras la contemplaba con sus grandes ojos


               líquidos. Ella le acarició sus largas orejas. El animal

               permaneció un rato cerca de ella, palpitante, hasta

               que, de súbito, dio un brinco y se alejó; pero luego


               se detuvo antes de volver a saltar, como si quisiera

               mostrarle un camino.


                      —¡Hola!

                      Muthoni  parpadeó,  se  sentó  en  el  suelo  y  se

               frotó los ojos. Su cuerpo estaba otra vez tan negro


               como  el  hollín.  Habían  desaparecido  todas  las

               manchas.  Encantada,  se  pasó  las  manos  sobre  la


               piel. Sí, había sido devuelta a sí misma. En cuanto a

               Jerónimo,  parecía  más  joven  y  más  firme...,  sin

               aquel aire dubitativo y equívoco. Muthoni tuvo la


               extraña sensación de que alguien acababa de dejar‐

               les, alejándose de puntillas...

                      Estaban  en  un  primitivo  refugio  de  troncos  y


               techo de hierba, apoyado en una pared de piedra

               arenisca. Delante de la choza corría un arroyo, cu‐

               yas  aguas  lamía  perezosamente  un  estanque  opa‐


               lino.  Una  frágil  fuente  rococó  de  porcelana  rosa

               translúcida se alzaba en el centro de aquél. La base

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