Page 300 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Voy a tratar de darle una cosa: la conciencia

               de lo que ocurre en la proyección. Tal como yo lo

               veo. Mi conciencia de ello. Proyectaré eso en Él, y


               luego  ya  veremos.  ¿Quieres  acompañarme,  Mu‐

               thoni?

                      Ella miró a su alrededor.


                      —¿Adónde?

                      —Al ojo de Dios. Al interior de esa lente. Como

               dos nitros de autoconciencia.


                      —¿Meternos en esa célula? ¡Estás loco! ¡Saldrás

               rebotado en forma de enjambre de abejas, o banda‐


               da de mariposas, o algo por el estilo!

                      —Lo que hay en este ojo no es humor acuoso,

               sino  el  aqua  riostra.  Aquí  está:  el  sueño  de  los  al‐


               quimistas.

                      Aventuró un pie sobre la membrana; saltar en


               plancha como Denise no iba con su estilo. La lente

               soportó el peso, aunque hundiéndose un poco bajo

               el mismo. Luego Sean cargó con todo su peso, ha‐


               ciendo aspas con los brazos en busca del equilibrio.

               Primero se tambaleó hacia un lado y luego hacia el

               otro; de pronto, los pies patinaron y se fueron en


               sentidos  opuestos.  Cuando  cayó  de  cabeza  en  la

               lente, apenas tuvo tiempo para darse cuenta de la

               poca dignidad de su postura.


                      La luz le fustigó en los ojos.




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