Page 302 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Pupitres. ¡Qué arcaico! Aunque tuviesen empo‐

               trado un teclado alfabético, y un par de auriculares,

               y una ranura de salida de papel impreso... Arcaicas


               rodillas huesudas. Arcaicos cabellos. ¡Arcaico mu‐

               chacho!

                      Intrigado,  se  puso  en  pie.  El  piso  invisible  se


               prolongaba también de pupitre a pupitre, y no sólo

               debajo de cada uno de éstos. Durante un rato va‐

               gabundeó por entre los pupitres vados de su plano


               particular (ya que no había manera de acceder a los

               demás), y por último se sentó en otro pupitre idén‐


               tico. O tal vez fuese el mismo. Imposible saberlo.

                      Decidió  que  estaba  en  un  examen,  de  manera

               que sacó del soporte el par de auriculares y se lo


               puso.

                      Casi  en  seguida,  una  voz  se  puso  a  hablar,  a


               ritmo de dictado rápido. Automáticamente sus de‐

               dos bailaron sobre las teclas empotradas. De la ra‐

               nura  empezó  a  salir  un  listado.  Se  dio  cuenta  de


               que era su propia voz la que le dictaba, pero no su‐

               po qué decía el texto hasta que se puso a leerlo. Ya

               que la voz no le narraba la historia, sino que sim‐


               plemente ponía en funcionamiento su sistema mo‐

               tor, los reflejos le permitían escribir.

                      Y esto fue lo que leyó (sin dejar de seguir escri‐


               biendo automáticamente)...




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