Page 306 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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¿Herr  Heinrich  Strauss?  Existía,  en  efecto,  un

               microtelescopio..., o un telemicroscopio..., en algún

               lugar. Pero, ¿dónde?


                      —¿Estaré dentro de él en este momento?

                      Sean  arrancó  la  tira  de  papel,  la  convirtió  en

               una pelota y la arrojó un par de pupitres más ade‐


               lante.

                      Su propia voz le habló de nuevo, y sus dedos

               se apresuraron a seguir el ritmo.




                                                   Tercera Epístola:


                                           El Salvador de las gallinas



                      En mi juventud trabé conocimientos con una última

               ramificación de esa visión medieval del mundo, bajo la


               forma de la historia siguiente. Por aquel entonces tenía‐

               mos una cocinera oriunda de la parte sueva de la Selva


               Negra, en quien recaía el cometido de ejecutar a las víc‐

               timas del corral destinadas a la cocina. Criábamos galli‐

               nas enanas, de una raza cuyos gallos son famosos por su


               combatividad y malicia singulares. Uno de éstos supera‐

               ba a todos los demás en fiereza, y mi madre dispuso que


               la cocinera despachara al malhechor, con destino al pu‐

               chero del domingo. Por casualidad, yo entraba justo en el

               instante en que traía el bicho decapitado y le decía a mi


               madre: «Con todo lo malo que era, murió como un cris‐

               tiano.  Cuando  iba  a  cortarle  la  cabeza,  gritaba: ʺ¡Per‐



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