Page 332 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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de la horda mental: un sentido de conexión con to‐

               da  aquella  proyección  planetaria.  Todavía  era  un

               sentido confuso; no había aprendido aún a enfocar‐


               lo. Pero incluso así: Muthoni era... una pantera (o

               se comportaba como tal), que se abría paso por en‐

               tre el herbazal y se acercaba a la astronave desde


               una distancia considerable.

                      Aumentó el enfoque de su nuevo sentido. No,

               todavía era una mujer. Una mujer enfurecida y que


               andaba de caza. Se había visto abandonada prime‐

               ro por Denise, y luego por Sean. Y se arrojó sobre la


               lente, con las uñas afiladas como bisturís. Y la lente

               la proyectó de nuevo hacia el Jardín. ¿Dónde esta‐

               ría  Jerónimo?  Estaba  llorando  (o  mordiéndose  los


               labios para no llorar) junto al estanque de la fuente

               del Edén: eterno testigo, lo mismo que eran testigos


               los alienígenas que le habían destinado a ese papel.

               Denise  se  había  reunificado  en  otro  lugar,  efecti‐

               vamente, y se bañaba en un lago alrededor del cual


               giraba  una  Cabalgata.  Los  tres  eran  centellas  bri‐

               llantes  en  un  torbellino  galáctico  que  envolvía

               aquel mundo, cada una con sus propias líneas es‐


               pectrales  exclusivas,  con  su  propia  configuración

               de conocimientos que absorbían determinadas lon‐

               gitudes  de  onda  de  la  experiencia,  transparentes


               para los demás, que las atravesaban sin darse cuen‐

               ta.

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