Page 114 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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un instante frente a él, pero, por el motivo que fuera,
fingió no verme. Tan sólo cuando le pregunté por el
contenido del libro me dirigió una mirada fría,
escrutadora, como para descubrir si yo era digno de
comprarle su valiosa mercancía. Empecé a plantearme
la posibilidad de que el libro no tuviese páginas y sus
tapas sólo ocultaran una bolsita de plástico llena de
polvo blanco. Si ése era el caso y yo no sabía decirle el
santo y seña, el vendedor me respondería que el libro
no estaba a la venta y se esfumaría.
No, no era un camello. Al instante, sin apartar los
ojos de mis billetes, me dijo un precio que me pareció
elevado hasta la desvergüenza. Notó mis dudas, se
encogió de hombros con desprecio y me dijo fríamente
que aquella edición era una rareza bibliográfica, que se
había publicado con muy poca tirada hacía casi
cincuenta años, y que, por supuesto, un lego no podía
hacerse cargo de su valor.
Me entró miedo de que se negara a entregarle el
libro a un tacaño e ignorante como yo, y por ello le
pagué al instante la suma requerida, que sin duda
alguna le permitiría una cómoda existencia durante un
par de semanas.
Sólo cuando me hube alejado quince o veinte pasos
se me ocurrió que habría podido preguntarle a aquel
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