Page 325 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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anunciado en la propia profecía.
Si tal cosa era cierta, había recibido en esos mismos
momentos una especie de consagración, y no tardaría
en asumir la función de depositario de ese secreto,
participaría de él, lo protegería con todas mis fuerzas y
algún día debería encontrar un sucesor que lo
transmitiera a su vez. ¿Podía esperar una recompensa
por haberme prestado a ejercer tan difícil función? Los
poderosos de este mundo debían de sentir un interés
inmenso por los ocultos secretos de la profecía. ¿Sería
verdad que éstos conferían poder e influencia a quienes
los conocían, como había pensado fray Diego de Landa?
Yo lo dudaba.
«El conocimiento es una condena.» —Otra pieza del
mosaico entre las piezas que ponía cuidadosamente una
al lado de la otra—. «Que este conocimiento era un
secreto que se ocultaba por igual a hombres, demonios
y dioses. Y que dicho conocimiento estaba maldito,
igual que serían malditos todos los que tuvieren noticia
de él...»
A veces, al pensar y reflexionar sobre asuntos
complicados, al poner en orden fenómenos diversos y
buscar en ellos una regularidad, el hilo de Ariadna de la
Lógica se nos escapa de los dedos, y, mientras no lo
volvemos a encontrar, lo que antes nos parecía un
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