Page 324 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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que el anterior.
Estaba viviendo el destino del anónimo oficial
español: dábamos en común todos y cada uno de
nuestros pasos, luchábamos contra obstáculos cada vez
más grandes, como si una cuerda invisible nos sujetara
con fuerza cada vez mayor. Marchábamos siempre
adelante, con obstinación, él en el siglo XVI, y yo en el
XXI. Yo ya no era un mero observador, me había
transformado sin quererlo en parte de la historia, estaba
metido en ella hasta la cintura y me enterraba en ella —
por voluntad propia— cada vez más.
Lo que vivía era una sombra, una repetición de los
acontecimientos que habían tenido lugar hacía cinco
siglos. ¿O acaso sería todo ello un eco, una
reencarnación de ciertas revelaciones originarias que se
cumplían al cabo de un tiempo inimaginablemente
largo? ¿Tal vez el conocimiento había pasado de
depositario en depositario desde tiempos primigenios?
En ocasiones directamente de maestro a discípulo, en
otras a través de intermediarios. A veces se había
perdido durante siglos y había resurgido de la nada
para regresar a nuestro mundo, arrastrando tras de sí
hordas de demonios y criaturas legendarias, de
generación en generación, de época en época, de boca
en boca, de pergamino a papel, desde el nacimiento del
universo hasta su último aliento, su último aliento
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