Page 72 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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esculpidas en piedra. A media escalera, en una pequeña
plataforma, se abría una puerta que picapedreros y
escultores habían transformado en las fauces abiertas
de la serpiente del cielo.
Hombres pequeños, de piel oscura, vestidos con
extraños atavíos, se habían dispuesto en círculo.
Llevaban diademas doradas. Sobre la piedra sacrificial
yacía un cautivo sin fuerzas ni voluntad. Le habían
administrado un narcótico. Su mirada fija, estupefacta,
se deslizaba por todo cuanto se encontraba a su
alrededor. El monótono cántico de muerte de unos
sacerdotes envueltos en ropajes semejantes a túnicas se
volvía cada vez más intenso, cada vez más siniestro...
La piedra, afilada como un cuchillo, se precipitó
desde lo alto, se hundió entre las costillas, le desgarró la
carne. Un segundo golpe le abrió el pecho, la sangre
manó a chorros, un velo de muerte cubrió los ojos
desorbitados del cautivo, una espuma de brillos rojizos
brotó de sus labios. Pero aún vivía. El sacrificio se
atenía a normas estrictas, el rito había tomado a lo largo
de los siglos una forma tan precisa como el propio
cuchillo sacrificial. Su diabólico arte consistía en
impedir que la víctima muriese antes de que las
costillas del costado izquierdo del pecho se hubieran
partido, y el corazón, sin dejar de latir, quedara al aire
libre. El desgraciado espiraba su último aliento sólo
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