Page 76 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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procura un bienestar incomparable, aunque sólo sea
porque su preparación me ha costado tantos esfuerzos.
Sería un pecado no disfrutarlo. Mi abuela tenía razón:
¿qué gracia puede tener ese horrendo café instantáneo?
Yo mismo, en tiempos más recientes, me deshice de una
cafetera eléctrica.
Una ceremonia como ésta tiene también otro efecto
importante: me entrego por completo a movimientos
sencillos y mecánicos, mi espíritu se concentra por
entero en su realización. Aquel día, el ritual tampoco
me falló: cada vez que le daba una nueva vuelta a la
manivela, las frías brumas de mi pesadilla, que aún me
rondaban por la cabeza, se alejaban más y más, y
cuando, por fin, se elevó desde el recipiente aquel
aroma que me privaba de los sentidos, la realidad
expulsó definitivamente las ilusorias imágenes.
Sin duda alguna, mi maldito sueño estaba
relacionado con los miembros de la expedición
capturados por los habitantes de la selva virgen. El
autor del relato había mencionado el episodio como de
pasada. No tenía ni idea de por qué me había causado
una impresión tan profunda. Lo que más me
maravillaba era haber vivido con tanto detalle la
ejecución del cautivo. ¿Cómo podía ser que conociera
tantos detalles? ¿Acaso había leído algo de reojo
mientras hojeaba el librito de Kümmerling? No parecía
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