Page 86 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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preocupación en el rostro, que quería hablar a solas conmigo,
de tal modo que ni Vasco de Aguilar ni fray Joaquín pudieran
oírlo. A fin de sostener dicha conversación, nos alejamos un
centenar de pasos del claro que habíamos encontrado y donde
habíamos acampado para pasar la noche.
Que, de acuerdo con Hernán González, aún nos faltaban
varios días de camino para llegar al sitio adonde nos
conducía, y que ese trecho iba a ser el más difícil desde
nuestra partida. Que cayó de hinojos y me suplicó que
volviese atrás con toda nuestra partida y regresáramos a
Maní, y que, una vez allá, explicara que no habíamos podido
llegar a nuestra meta.
Que le pregunté, airado, cómo osaba hablarme de tal
manera, después que docenas de los nuestros hubieran
muerto en esa selva maldita, y lo insulté llamándolo traidor.
Que Hernán González se echó a llorar y repitió que no nos
había traicionado y que participaba en la expedición tan sólo
por lealtad para con fray Diego de Landa, quien era su padre
espiritual. Que me puso un cuchillo en la mano y me rogó
que lo matara para no tener que torturarse más.
Que me desconcertó en no poca medida, y le ordené que
se levantara del suelo y me explicase cuanto supiera, todas las
cosas de las que el señor Vasco de Aguilar y yo mismo no
tuviéramos conocimiento. Que al principio no quiso, y que
tan sólo cuando lo amenacé con la hoguera por apostasía
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