Page 81 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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entero las amplias plazas y arenas rituales
pavimentadas con piedras blancas. Éstas aguantaron en
estoico silencio mientras las junglas que
provisionalmente habían retrocedido recobraban su
territorio originario.
Los españoles trataron en vano de averiguar
quiénes habían sido sus constructores por medio de los
indios que vivían cerca de las ruinas. Éstos no hicieron
otra cosa que encogerse de hombros. En los tiempos en
los que Cortés llegó a la península, la civilización de los
mayas había caído en tal decadencia que, de todo su
poder y magnificencia, sólo habían quedado ruinas,
ídolos y libros. No obstante, los últimos sacerdotes
celebraban todavía sus rituales, aunque sin comprender
de verdad el sentido que se ocultaba en éstos.
Ése era el gran misterio con el que el librito de
Kümmerling trataba de cautivar a sus lectores: ¿Qué
había sucedido con aquella gran cultura? En ninguna
de las crónicas de los pueblos que habían vivido en
América Central se decía nada sobre el destino que se
había abatido sobre los mayas, ni cuál había sido el
desastre por el que su cultura desapareció de manera
tan repentina, ni por qué sus habitantes regresaron en
pocas generaciones a la vida aldeana que habían
abandonado hacía muchos siglos.
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