Page 82 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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No habría podido ser más grande la diferencia
entre los indios que habían encontrado los europeos al
llegar a Yucatán y los mayas que habían creado un
gigantesco imperio, inventado un complejo sistema de
escritura y establecido un calendario sumamente
detallado que superaba al moderno en exactitud. Los
primeros exploradores que se habían adentrado en las
ruinas de Chichen‐Itzá estaban convencidos de que
aquellos trabajos arquitectónicos debían de ser obra de
los israelitas, de los celtas, de los arios, de los tártaro‐
mongoles... de cualquiera, salvo de los insignificantes
pueblos que en aquel tiempo moraban en el país.
Kümmerling no daba ninguna respuesta seria al
enigma del derrumbe de la civilización maya, sino que
se refugiaba en hipótesis: ¿una epidemia?, ¿invasiones?,
¿hambre?, ¿una sequía de enormes proporciones?, ¿una
elevada diferencia de nacimientos entre niños y niñas?,
¿una combinación de todos estos factores?
¿Una invasión desde Marte? —añadí yo mismo—.
¿Una guerra entre termitas gigantes? No parecía menos
plausible. Y, de hecho, Kümmerling confesaba,
avergonzado, que nadie había sabido dar una respuesta
definitiva a esas cuestiones. En las crónicas de los
mayas no se encontraba ningún indicio de
destrucciones, ni testimonios de ningún cataclismo.
Cuando la tribu guerrera de los toltecas invadió el
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