Page 138 - STARMAN'S QUEST - Silverberg Robert
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espirales que trazaban hacia arriba los números.
Una mujer metida en carnes, que ya había
cumplido los cuarenta, estaba como deslumbrada
por las luces del complicado juego, hundida en la
silla como si quisiera descabezar un sueñecito.
Desde donde él estaba, Alan no podía ver a los
otros jugadores. Detrás de la banca había más me‐
sas, y quizás estaría allí Steve. Pero estaba prohi‐
bido pasar por entre las hileras de mesas para ir a
buscar a alguien.
Sonó el timbre para anunciar que había
terminado la jugada. Cantó el croupier con voz de
trueno:
—El número 322 gana cien créditos.
El ganador se acercó a la banca para que le
dieran el dinero. Andaba arrastrando los pies, como
si tuviera parálisis. Hawkes había dicho a Alan que
frecuentaban aquel local hombres que apenas
podían andar. El hombre cobró y regresó a su mesa
sin sonreír. Alan se encogió de hombros y miró a
otra parte. Pensaba el joven que la Tierra no era un
mundo muy hermoso. Y es bella la vida si a uno le
dejan bogar con la corriente. Hawkes tenía esa
suerte; pero, por cada triunfador como él, había
muchos otros que luchaban en vano contra la
corriente.
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