Page 158 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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objeto  de  piedad.  Un  hombre  puede  soportar  el


            odio, el abuso, la cólera y el castigo; pero nunca la


            piedad. Cuando un hombre se convierte en un ser


            digno de lástima, está perdido. La piedad se reserva


            para los casos desesperados».


                   Andando por la rueda del mundo, trató de no


            pensar en nada. Fijó la vista en la acera, andando



            rápidamente  por  las  manchas  de  luz  que


            proyectaban las farolas y la oscuridad, tratando de


            no pensar.


                   Su mente no cooperó con él; era algo típico de


            las mentes introspectivas. Cuando le decía que no


            pensara en algo, eso era justamente lo que hacía.


            Cuando le pedía que le dejara solo, se pegaba a él


            como un perro. Siempre hacía lo mismo.


                   Las noches veraniegas en el lago solían ser frías.



            Se  levantó  el  cuello  de  la  americana  y  siguió


            andando, mirando hacia las oscuras y cambiantes


            aguas. Como era la noche de un día laborable, los


            cafés y tabernas de la orilla no estaban abiertos. Al


            acercarse al oscuro lago empezó a oír el ruido del


            agua que chocaba contra los guijarros de la playa.


                   La  acera  se  acabó.  Siguió  a  campo  través,



            haciendo  crujir  las  hojas  y  ramas  bajo  sus  pasos


            como  si  fueran  cosas  vivas.  Soplaba  un  viento


            helado  procedente  del  lago.  Le  atravesaba  la


            americana,  produciéndole  escalofríos.  No  le






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