Page 160 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Así que se trasladaron al lago y consiguieron
llegar allí sin que nadie se enterase. Y allí descubrió
que la vida era la misma.
La lentitud con que transcurría era lo peor. La
forma en que menguaba día tras día, siempre de
manera imperceptible, siempre de manera
ininterrumpida, dos centímetros exactos por
semana. Y todas las aburridas funciones del día
seguían desarrollándose con inexorable monotonía.
Hasta que la ira, agazapada en su interior como
un animal acorralado, saltara violentamente. La
razón no importaba. Eran las grietas en su
equilibrio lo que contaba.
Como el gato:
—Te lo juro por lo que más quieras, ¡si no te
libras de este maldito gato, lo mataré!
Furia de una muñeca; su voz ya no era
masculina ni autoritaria, sino frágil y débil.
—Scott, no te ha hecho nada.
Él se subió una manga.
—¿Qué es esto? ¿Imaginaciones mías? —
señalaba un pequeño rasguño.
—Cuando te lo hizo estaba asustado.
—¡Pues yo también estoy asustado! ¿Qué tiene
que hacer, abrirme la garganta antes de que te
decidas a sacarlo de casa?
Y las dos camas:
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