Page 205 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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podía introducir la llave en la cerradura. Las sacaba
a toda prisa y miraba el remitente. Ninguna carta
del Centro. La repentina sensación de que la vida le
abandonaba, y sus piernas y pies se deshacían como
cera.
Y cuando se trasladaron al lago, el sufrimiento
fue incluso peor, porque entonces tenía que esperar
que Lou fuera a la oficina de Correos… de pie junto
a la ventana, con las manos temblorosas cuando la
veía regresar y acercarse a la casa. Sabía que no
llevaba ninguna carta por su paso lento, pero era
incapaz de creerlo hasta que ella se lo decía.
Se tendió sobre el estómago y mordió
furiosamente la esponja. Lo recordaba todo con
tanta claridad que esos pensamientos constituían
su ruina. Ser inconsciente, por Dios…, ser
alegremente inconsciente. Ser capaz de arrancarse
el tejido del cerebro y lanzarlo lo más lejos posible.
¿Por qué no podía…?
Su respiración cesó. Retrocedió bruscamente,
haciendo caso omiso de la punzada de dolor que
sintió en la cabeza. Música.
—¿Música? —murmuró débilmente. ¿Cómo era
posible que hubiera música en el sótano?
Entonces se dio cuenta; no era en el sótano sino
arriba. Louise estaba escuchando la radio: la
primera sinfonía de Brahms. Se apoyó sobre los
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