Page 206 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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codos, con los labios entreabiertos, contuvo la
respiración y escuchó el compás de la frase de
obertura. Apenas se oía, como si estuviese en el
vestíbulo de una sala de conciertos y oyera la
orquesta a través de las puertas cerradas.
Finalmente volvió a respirar, pero no se movió.
Su rostro estaba inmóvil, sus ojos no parpadeaban.
Seguía siendo el mismo mundo, y seguía formando
parte de él. El sonido de la música se lo hizo
comprender así. Arriba, gigantescamente remota,
Louise escuchaba aquella música. Abajo,
increíblemente diminuto, él también la escuchaba.
Era música para ambos… y era una belleza.
Recordó que, en los últimos tiempos de su
estancia en la casa de arriba, era incapaz de
escuchar música a menos que sonara a tan baja
intensidad que Lou no pudiera oírla siquiera. De lo
contrario, la música se convertía en un ruido
ensordecedor que le daba dolor de cabeza. El
chasquido de un plato era una puñalada en su
cerebro. El súbito llanto o risa de Beth le parecía un
disparo hecho junto a su oído, que le obligaba a
taparse las orejas.
Brahms. Ser como una partícula, una
insignificancia en el sótano y escuchar a Brahms. Si
la misma vida no fuese tan fantástica, aquel
momento podía ser calificado como tal.
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