Page 208 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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palabra cuando ella le dijo que, por muy
desagradable que le resultara la idea, tendría que
estar en el sótano durante el día si no quería que la
joven se enterase de quién era; porque,
evidentemente, no podía pasar por un niño. Se
limitó a encogerse de hombros y abandonó la
habitación.
Antes de que Lou se fuera a trabajar la primera
mañana, preparó bocadillos y dos termos —uno de
café y otro de agua— para Scott. Él estaba sentado
a la mesa de la cocina, encaramado sobre dos
gruesos almohadones, con los dedos ―del mismo
grosor que un lápiz― alrededor de una humeante
taza de café, sin dar muestras de oír una sola
palabra de lo que ella decía.
—Esto te bastará —explicaba ella—. Llévate un
libro; lee. Echa algún sueñecito. No será tan
horrible. Volveré temprano.
Él contempló los círculos de nata que flotaban
como gotas de aceite en el café. Giró la taza muy
lentamente encima del plato, produciendo el
chirrido que sabía que irritaba a Lou.
—Ahora acuérdate de lo que te he dicho, Beth
—advirtió Lou—. No digas ni una palabra sobre
papá. Ni una palabra. ¿Lo has entendido?
—Sí —asintió Beth.
—¿Qué te he dicho? —preguntó Lou.
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