Page 215 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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cogió el termo de café y el libro y se lanzó debajo
del depósito de combustible. En el momento que la
puerta caía, se deslizó detrás de la gran caja de
cartón donde estaban los trapos. Se abrazó al libro
y al termo, sintiéndose mareado. ¿Por qué se habría
negado a que Lou cerrara la puerta con llave? Sí, fue
la idea de estar encarcelado lo que no le gustó. Pero
la cárcel tenía la compensación de que nadie podía
entrar en ella.
Oyó que bajaban cuidadosamente las escaleras,
el ruido de unas chinelas, y trató de no respirar.
Cuando la muchacha entró, él se resguardó entre
las sombras.
—Mmm —dijo la muchacha.
Dio unos cuantos pasos. Él oyó que daba un
puntapié a la silla. ¿Se extrañaría de que estuviese
allí? ¿No era un lugar muy extraño para dejar una
silla, justo en el centro del sótano? Tragó saliva,
porque tenía la garganta seca. ¿Y la maleta, con los
almohadones encima? Bueno, aquél podía ser el
lugar donde dormía el gato…
—Dios mío, ¡qué desorden! —dijo la muchacha,
mientras sus pasos resonaban sobre el cemento.
Hubo un instante en que él vio sus gruesas
pantorrillas, al acercarse al calentador. Oyó que sus
uñas rascaban el metal esmaltado.
—El calentador —dijo en voz baja la joven—.
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