Page 218 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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No contestó.
—Puede bajar otra vez si la puerta está abierta
—dijo Lou—. No creo que se le ocurriera pensar
nada sobre la bolsa de bocadillos que vio ayer aquí,
pero si encuentra otra…
—Adiós —dijo él, volviéndole la espalda.
Ella le miró un momento desde su altura.
Después dijo en voz baja: «Adiós, Scott» y le dio un
beso en la coronilla. El se apartó.
Mientras ella subía las escaleras, él se mantuvo
en el mismo sitio, golpeando rítmicamente el
periódico doblado contra la pierna derecha. «Todos
los días será lo mismo», pensó. «Bocadillos y café
en el sótano, un besito de adiós en la cabeza, salida,
puerta que se cierra, vuelta de la llave en la
cerradura».
Cuando al momento oyó esos ruidos, un gran
terror le invadió de pies a cabeza y estuvo a punto
de lanzar un grito. Vio las piernas de Lou por el
ventanuco, y cerró súbitamente los ojos, apretando
los labios para ahogar el grito que pugnaba por salir
de su garganta. ¡Oh, Dios, ya era un prisionero! Un
monstruo, que la gente buena y decente encerraba
en el sótano a fin de que el mundo no conociera el
horrible secreto.
Después de un rato de tensión se fue
tranquilizando, y su estado de ánimo se normalizó.
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