Page 241 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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las propiedades curativas del sueño.


                   Se estremeció ligeramente y se pasó la lengua


            por  los  labios  resecos.  «¿Por  qué  me  habré


            dormido?»,  se  preguntó.  ¿Qué  le  había  drogado


            cuando  acababa  de  decidir  que  pondría  fin  a  su


            vida?


                   Se  arrastró  por  la  esponja  y,  agarrándose  al



            borde, saltó al suelo. Un agudo dolor le subió por


            las piernas.


                   ¡Si pudiera creer que en su sueño había habido


            un propósito concreto! ¡Si pudiese creer que había


            sido  la  actuación  de  una  vigilante  benevolencia!


            Pero no podía. Lo más probable era que fuese su


            cobardía lo que le había impulsado a dormir en vez


            de  tirarse  por  el  precipicio.  A  pesar  de  querer


            hacerlo, no le era posible calificarlo con la frase de



            «voluntad de vivir». Ya no tenía voluntad de vivir.


            Era simplemente que no tenía voluntad de morir.


                   Al principio no pudo levantar la tapa de cartón,


            pues se había hecho muy pesada. Esto le reveló lo


            que hubiera querido verificar en la regla; aquella


            noche había menguado otra fracción y ahora sólo


            medía siete milímetros.



                   El  borde  de  la  tapa  cayó  sobre  su  costado


            cuando  trataba  de  salir  al  exterior.  Tuvo  que


            agacharse y levantarla con las manos. Una vez libre,


            se  sentó  en  el  frío  cemento,  a  fin  de  que  se






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